sábado, 27 de agosto de 2016

Necesaria, pastilla del día siguiente

Por Grober Cutipa Huarcaya

Foto: redes
"Fui violada a punta de un martillo en la tienda de mi papá”, narró Rosa, una hermosa mujer de 18 años, recordando el horrendo día que vivió en su propia casa, cuando un hombre ingresó para realizar compras y cerró la puerta con candado desde adentro. “El asaltante fue un albañil, que me dejó herida después de haberme amenazado con matarme si lo denunciaba”.  Luego de tres horas, se armó de valor y llegó al centro de salud para pedir pastilla del día siguiente, y las enfermeras le dijeron que estaba prohibida su entrega: mejor era usar condón para sexo casual.

Cuando su padre se dio cuenta que el vientre de su hija crecía, se horrorizó de que estuviera embarazada de un violador, y presentó la denuncia ante el juez del pueblo; sin embargo, la autoridad judicial trató de obligar a la víctima a casarse con el hombre  que la violó y la embarazó; ya que el malvado había reconocido la violación y se sentía con ciertos derechos, por la criatura que había engendrado: “Si quieres que tu hijo tenga partida de nacimiento, tienes que casarte conmigo”.

La señorita rechazó las insinuaciones del juez. Necesitaba no solo huir del recuerdo de la violación, sino escapar de la amenaza de volver a sufrir otro abuso sexual. Además, de sentir vergüenza, culpa e inseguridad, sufría ataques de pánico: ante cualquier sonido de la puerta empezaba a gritar. Convencida de que no encontraría justicia, decidió abortar: no quería que naciera un fruto de una violación, que tendría la cara de ese violador. Su padre la acompañó, pero la chica tiene terribles sentimientos de culpa, que no la dejan dormir, y miedo de implicar a su familia. Todo por no acceder a la “píldora del día siguiente”.


grobercutipa@gmal.com

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