Por Grober Cutipa Huarcaya
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De los nevados de la
cordillera de Apolobamba en Bolivia, nace el río Suches. Hace diez años, sus
aguas cristalinas parecían un espejo donde los pastores se miraban sus rostros.
En su recorrido regaba el inmenso bofedal Occopampa, en el distrito de Cojata,
provincia de Huancané. Pero, una mañana, cuando las alpacas recién habían sido
sacadas de los corrales, el rumor del río Suches, se acrecentó como si el
caudal del agua se hubiera acentuado por azote de granizada en la cordillera;
pero el cielo estaba azul, y el líquido que venía era el venenoso relave minero
de color chocolate y alcanzaba hasta tres metros de altura, como si fueran
olas: había rebalsado cinco pozas de sedimentación construidas artesanalmente
por mineros informales instalados en la zona de Apocollo-Suches, lado
boliviano, cerca al hito 18.
En abril del 2012 se
instaló la Red de Monitorio Binacional del río Suches, dirigida por la
Autoridad Nacional del Agua (ANA) de Perú y su similar de Bolivia. En el mismo
Occopampa recogieron las muestras de agua y suelo; sin embargo, no se concretó
los programas de remediación. Asimismo, en el año 2013 los cancilleres del Perú
Rafael Roncagliolo y de Bolivia, David Choquehuanca, conversaron en Lima, sobre
la situación de la minería informal en la Cuenca del Río Suches; y el acuerdo
de trabajar estrechamente para solucionar los hechos derivados de dicha
actividad, quedo en la nada: continúa la contaminación del río Suches con
relaves mineros, e ingresa al lago Titicaca.
En ese contexto, se
requiere por parte a las cancillerías de Perú y Bolivia mayor celeridad en la
solución de la contaminación del río Suches, y que ambos países destinen un
presupuesto para la remediación; porque la población afectada ya no puede
esperar más.
grobercutipa@gmail.com