Por Grober Cutipa Huarcaya
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Foto: redes |
Cuando su padre se dio
cuenta que el vientre de su hija crecía, se horrorizó de que estuviera
embarazada de un violador, y presentó la denuncia ante el juez del pueblo; sin
embargo, la autoridad judicial trató de obligar a la víctima a casarse con el
hombre que la violó y la embarazó; ya
que el malvado había reconocido la violación y se sentía con ciertos derechos,
por la criatura que había engendrado: “Si quieres que tu hijo tenga partida de
nacimiento, tienes que casarte conmigo”.
La señorita rechazó las
insinuaciones del juez. Necesitaba no solo huir del recuerdo de la violación,
sino escapar de la amenaza de volver a sufrir otro abuso sexual. Además, de
sentir vergüenza, culpa e inseguridad, sufría ataques de pánico: ante cualquier
sonido de la puerta empezaba a gritar. Convencida de que no encontraría
justicia, decidió abortar: no quería que naciera un fruto de una violación, que
tendría la cara de ese violador. Su padre la acompañó, pero la chica tiene
terribles sentimientos de culpa, que no la dejan dormir, y miedo de implicar a
su familia. Todo por no acceder a la “píldora del día siguiente”.
grobercutipa@gmal.com