sábado, 27 de agosto de 2016

Ni una menos

Por Grober Cutipa Huarcaya
Foto: redes
“Mi esposa, está embarazada: espero que sea mujercita, mi primer hijo es varón”, decía Carlos, muy emocionado. Y, cuando nació la criatura: “Había sido varoncito”,  vino decepcionado. “Mejor,  para que no sufra; hay tanto maleante que golpea y viola mujeres”, respiraba aliviado. Así como en el tiempo del virreinato, donde los quechuas y aymaras preferían que sus descendientes fueran mujeres: debido a que los varones nacían para morir en la mita de Potosí. Ahora, los padres de familia de Puno y del país, ruegan que sus  descendientes sea varoncitos: quisieran tener mujercitas para criarlas con amor; pero por tanto desalmado que violenta  a las damas, tienen temor de criarlas para una vida tormentosa.

A este extremo de preocupación, ha llevado la violencia a la mujer: la mayoría de padres de familia, quisieran proteger a sus hijas, toda la vida; pero no pueden, a la edad madura se casan, y cuando las dejan ir ruegan a todos los santos que el marido no sea un “monstruo”. Saben que cuando el esposo la golpea, los vecinos dirán: “No que hay meterse, es problema de pareja”. Y, no hay justicia para mujeres golpeadas, como el caso de la profesora Jovana Cartagena Flores, lesionada por su pareja hasta casi ser asesinada, y hasta ahora no ha obtenido una sanción ejemplar por parte del Poder Judicial.

"No queremos más corrupción, ni más impunidad. Las mujeres peruanas queremos justicia", son frases repetidas por miles de varones, mujeres, niños y adultos, después de la movilización Ni Una Menos.  "Si tocan a una, tocan a todas", exclaman con ímpetu. “Si vez que maltratan a tu vecina, denuncia al agresor”, agregan. Se demanda una sociedad más igualitaria, ante el incremento de agresiones hacia la mujer, brindándole desde el Estado la posibilidad de obtener autonomía económica; para salir del esquema de dependencia: con empleo y capacitación.

grobercutipa@gmail.com


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