![]() |
Foto. Rigoberto Huanca |
En 1781 los rebeldes
indígenas Túpac Katari y Pedro Vilcapaza junto a doce mil hombres sitiaron la
villa de Puno, para someter este bastión del virreinato. Los habitantes optaron
por sacar en procesión a la virgen de la Candelaria. Tras implorarle su
protección durante toda la noche, en la peregrinación matinal, supuestamente
las andas de la virgen empezaron a brillar con gran intensidad: “Un enorme
ejército a caballo llenaba la ciudad y sus armas brillaban también intensamente”.
Ante esa visión, las tropas rebeldes retrocedieron.
Este relato es una burda “manipulación de la historia”, convirtiendo a la virgen de la Candelaria como una santa elitista, que solo protege a los españoles, y castiga a los indígenas. El objetivo era mantener el statu quo: en tiempos en que los hispanos explotaban a los nativos.
Este relato es una burda “manipulación de la historia”, convirtiendo a la virgen de la Candelaria como una santa elitista, que solo protege a los españoles, y castiga a los indígenas. El objetivo era mantener el statu quo: en tiempos en que los hispanos explotaban a los nativos.
Según la verdadera
historia (Lizandro Luna 1944 y Ramos Zambrano 1982), aquel día el ataque duró
desde la mañana hasta que se ocultó el sol. Los indios ingresando por el cerro
Azoguine incendiaron algunas casas a poca distancia de la Iglesia San Juan, y
el corregidor Joaquín de Orellana resultó con dislocamiento del pie izquierdo
cuando cayó del caballo.
Ante la aproximación del ejército realista de Cuzco,
Diego Cristóbal Túpac Amaru encarga al general Pedro Vilcapaza la misión de
repeler a las fuerzas encabezadas por el mariscal José del Valle. Y, Julián
Apaza, se encontraba en el sitio de La Paz y sus comandantes llegaron a
Puno.
grobercutipa@gmail.com
Publicado en el Diario Correo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario