Por Grober Cutipa Huarcaya
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“Señora,
te hacemos ligar. Tú que eres pobre, la plata no te alcanza para mantener a tus
hijos”, explicaban las enfermeras del puesto de salud a mi tía, que tenía
cuatro hijos: tres varoncitos y una mujercita de cinco meses. “No, mi esposo no
quiere”, contestaba ella. “Mañana vamos al hospital, allí los
doctores te darán una charla, y después te vamos ayudar”, insistían.
No
le explicaron más, y la llevaron junto a otras madres al hospital. Antes de
recibir la charla, en la sala de operación, les hicieron firmar un papel.
“¿Doctor qué me van hacer?, preguntó asustada. “Te vamos hacer ligadura de
trompas, para que no tengas más hijos”, respondió el médico. ¿Qué podía hacer?
Era del campo. La durmieron en la camilla con anestesia y la ligaron. Desde ese
día cambió su vida: se sintió enfermiza, sin fuerza, y tenía descensos.
Ollanta
Humala, incumplió la promesa de hacer justicia para las mujeres esterilizadas,
a pesar que la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) se pronunció por la elaboración
de un registro de víctimas. Y, en esta campaña electoral, otra vez aparece este
tema: Keiko Fujimori buscará conocer la verdad. Si hay alguna mujer operada sin
su consentimiento, tendrá que ser reparada por el Estado”; mientras, la
vicepresidente de PPK, Mercedes Araos, indicó que de llegar al
poder, “elaborarán una lista integral de víctimas de las esterilizaciones
forzadas a fin de que se les repare económicamente…”.
Las
promesas se las lleva el viento: es momento de que las madres esterilizadas sin
consentimiento, se inscriban en el Registro de Víctimas de Esterilizaciones, y
exijan al Estado peruano “reparación” por haberse atentado a sus derechos
humanos.
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