Dos veces se le
esfumó de las manos el sillón presidencial. Con Jiménez y Fuentes. Actualmente
es un candidato de lujo comparado con otros postulantes. Inteligente, con conocimientos
de economía, excelente oratoria, y de izquierda. Dicen que el 5 de octubre es
la vencida.
Cuando se inició la
campaña del 2006 todos decían que de lejos era ganador. Cuando terminó, su
respaldo se había reducido a la mitad. Una explicación es que sus asesores
apasionados con la ideología de izquierdas: rechazaban o desconocían el
marketing político, pero apelaban a
recursos de propaganda viejos y gastados, como mítines, volantes y reuniones:
“Mientras, Quintanilla, asistía a debates y entrevistas, su contendor enamoraba
al electorado bajando a las comunidades”.
En esta campaña, deberá abandonar las propuestas de desarrollo
dirigidas como a la clase media y
destinar su discurso a la emoción de las personas del pueblo, porque la gente
no vota por planes de gobierno, y porque es necesario realizar los mensajes para que
los electores lo vean, otros lo escuchen y la gran mayoría lo sientan. Pues, es
el candidato al que los ataques políticos le han hecho más mella, ahora
defenderse y contratacar es el recurso que ya habrá aprendido: “Con el tema de
Pastogrande y la venta de terrenos de Caracoto seguirán golpeándolo”.
Quintanilla, debe
comprender también que al elector, casi
siempre, no le importa mucho si el candidato es un tipo deshonesto, poco
instruido o totalmente insensato, con tal de que hable y sienta a su favor; y
muchas veces con su voto hace sentir su protesta al sistema de cosas. Esto
explica la victoria de Fujimori sobre Vargas Llosa. ¡Quintanilla, más
sentimiento y menos razón, sería la voz!
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